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Acceso a la participación ciudadana

Los desafíos del arte digital en materia de derechos

Los desafíos del arte digital en materia de derechos

Por Gabriela Toledo*

Desde marzo de 2020 se desarrollaron diversas intervenciones artísticas, creaciones y performances en entornos virtuales y redes sociales. En estos espacios digitales, el arte resultó una manera de afrontar las distintas pérdidas, un reconocimiento a “héroes” y “heroínas” en el área de salud, e incluso una herramienta de crítica o reclamo por el modo de trabajo de algunos sectores gubernamentales. Pero, ¿fueron accesibles digitalmente para todas las personas?

Varias instituciones culturales pusieron sus obras a disposición del público, considerando la situación de emergencia, ya que la circulación del arte podía ayudar con la salud mental y el ánimo de la población.

Sumado a lo anterior, distintos realizadores audiovisuales, artistas visuales, fotógrafos, escritores y pintores compartieron sus obras “online” o permitieron su acceso de manera temporal. Las propuestas teatrales se presentaron mediante streaming, o guardaron sus grabaciones para permitir el libre acceso “on line”, o cobraron entradas a un valor simbólico, a través de las plataformas digitales de pago electrónico.

Surgieron nuevas modalidades de consumo a través de las redes sociales, interviniendo las propuestas culturales, realizando recortes y seleccionando fragmentos, que permitieron la reproducción en múltiples dispositivos, en el tiempo y lugar elegidos por las personas usuarias. Si bien resultó importante contar con contenidos atractivos, otros rasgos que debieran aparecer como relevantes no estaban generalizados: la accesibilidad de los contenidos o experiencias, su portabilidad y seguridad.

La accesibilidad en el espacio virtual, frente al COVID-19, cobró mayor relevancia ya que Internet se convirtió en el espacio de interacción entre las personas, para todo tipo de actividad de vida. Si bien muchas consiguieron navegar por los sitios web, donde circularon las distintas propuestas culturales, fue a costa de un sobre esfuerzo indebido por parte de ellas a causa de los problemas de accesibilidad.

A modo de ejemplo, podemos citar algunos inconvenientes observados en la aplicación Instagram. La misma es una de las más populares de estos tiempos. Por un lado, está basada ampliamente en imágenes, es principalmente visual, y rara vez se escribe el texto alternativo que describe el contenido de la edición. Por el otro, los videos en vivo, sólo permiten integrar a dos personas a la vez, lo que impide conversaciones mediadas por intérpretes de lengua de señas en vivo.

De igual modo, la plataforma de videoconferencias y reuniones Google Meet tiene varias complicaciones ya que las imágenes suelen congelarse, tiene una calidad en el video que no es del todo óptima para intérpretes de lengua de señas, no puede fijarse la pantalla (pin) de dichos intérpretes en las reuniones que participan y, aunque tiene un sistema automático de subtitulado, esta función no transcribe de modo enteramente adecuado, debiéndose modular lentamente las palabras para lograr eficacia.

En línea con lo anterior, la plataforma YouTube, aún teniendo la posibilidad de configurar el subtitulado de los videos, en numerosas ocasiones sólo se ofrece en idioma inglés, dejando fuera de este beneficio a personas usuarias sordas o de baja audición de países del mundo con idioma diferentes, o a usuarias que simplemente no comprenden dicho idioma.

La discriminación también puede darse por omisión: cuando omitimos construir entornos físicos, sociales, culturales, políticos y virtuales accesibles.

*Integrante del Observatorio de la Discapacidad de la Universidad Nacional de Quilmes de Argentina 

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